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Todo corredor tiene sus preferencias a la hora de calzar unas zapatillas de running, ya con el paso de los kilómetros y de los años de experiencia cada uno va eligiendo las que mejor se amoldan a sus características deportivas y físicas.

Cuando una zapatilla es nueva, la suela muestra un aspecto mullido y cómodo, y a medida que pasa el tiempo este aspecto va desapareciendo, ya que la presión que se desencadena sobre ella la va comprimiendo, haciendo que sea más dura y absorba mucho menos el impacto del golpe. Esto enseguida lo notaremos, ya que al correr sentiremos el impacto directamente sobre la planta del pie y por consiguiente esto afectará a las articulaciones de la pierna. Cuando esto sucede es cuando ha llegado el momento de jubilar las zapatillas de correr y comprar otras.

Un consejo para conservarlas al máximo es utilizarlas solo para correr, evitar de darle cualquier otro uso. Es importante que siempre estemos pendientes de la suela, por ser la parte fundamental del calzado y la que tiene la funcionalidad mayor. El resto de las zapatillas no nos tiene ni que interesar, ya que en muchos casos parece que éstas están en perfectas condiciones aparentemente, y la suela está destrozada y ya no funciona como es debido ni como debe hacerlo.